Ya está, ya comprendí, tu silencio me lo hizo entender.
¿Para qué hablar si el callar dice más que cuántas palabras?
Está bien así. Volví a equivocarme pero no pido perdón (no debo disculparme por haber sentido tal o cuál cosa, en un momento preciso). Soy feliz y no he dejado de sonreír. Me recordaste que del otro lado seguís estando, y también te tranquiliza saberme.
Las cuerdas paralelas (como una vez escribí) siguen andando, van hacia adelante, crecen, aprenden, viven.
El camino es largo, cuando creo haber llegado, la ilusoria meta se aleja... ¿y me pregunto si la bandera de llegada es real, o tan sólo nos enseñan que debemos correr hacia ella?
Me gusta el camino, me divierte, lo disfruto, pero no quiero llegar, porque cuando ahí esté, no sabré hacia dónde ir. Y tampoco querré regresar, como ahora tampoco quiero retroceder; pero sí asomarme de la vida, y verte (aunque no me veas), sonrriendo, riendo, feliz, pleno, íntegro.
Y que me mires igual, con los ojos de siempre (aunque yo no lo sepa).
... Si el café (que no me gusta) se enfría, entonces no tomaremos nada.
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