miércoles, 9 de febrero de 2011

EN VOZ ALTA, de Many Aro Geraldes

Recostada en mi cama esa noche de ese día, no recuerdo si hacia el lado izquierdo o el derecho, lo que sí recuerdo bien, es que me dolía el oído (derecho, hablando de eso), calculaba que tenía otitis, digo calculaba porque realmente hacía varios días que me dolía, sin ir al médico, total esa pastillita que venden en  los quioscos, y en las cajas de algunos supermercados, calma el dolor, al menos por ocho o nueve horas… momento en el cual, se requiere de otra más de esas pastillas. Recuerdo esa noche de ese día tan claramente, debe ser en parte por el dolor, pero también por la emoción de volver a tener ganas de escribir…, nuevamente; esas ganas que no sentía o había dejado de sentir, quien sabe por qué ( aunque si sé el por qué, sólo que es tan difícil explicarlo, que prefiero decir que no sé…)
Recuerdo también las ganas de levantarme de la cama, en busca de alguna lapicera perdida en mi escritorio (ya alguna otra vez hablé de él, y hoy vuelvo a nombrarlo, será que es muy importante para mí); y también recuerdo (por no utilizar “peros”, alguna otra vez dije que no los utilizaría más) la fiaca, el cansancio (el dolor de oído) y las pocas ganas de volverme a levantar. Decidí entonces escribir en mi mente, lo que a la mañana siguiente transcribiría en mi compu (no soy de usar papeles, sólo los uso para anotar todas las ideas que se me van ocurriendo para mi próxima obra); aunque no fue así; todo lo que había pensado e imaginado la noche anterior, quedó en mi memoria como esos sueños borrosos que uno no cuenta, por miedo a inventar o mentir, a veces es lindo darle continuidad inventada, y así, creerlo uno mismo también. Así es que, decía,  sentí un poco de tristeza cuando no pude recordar;  también es así como vuelvo a emocionarme al sentarme a escribir, con las ganas que lo estoy haciendo, con el miedo a que se vuele sin poder atraparla, loca inspiración que me hacés tan feliz (hace muy poco te conté de ella, ya sabés lo que me pasa cuando escribo).
Para redondear, presto mucha atención, soy atenta al escuchar, redoblo mi percepción, abro más grandes mis ojos, tan grandes como puedo, y trato de verlo todo, de olerlo, y si tengo que tocar, toco, utilizo mis sentidos, escucho mis propias palabras; ni más ni menos que todos, sólo que antes estaban dormidos, ahora los palmeteo, se despiertan así de golpe, se levantan por las mañanas y se van a trabajar, no paran hasta que duermen, tengo dudas de que duerman, quizás sin darme cuenta, se escapan por la ventana, y regresan antes de que despierte, y tal vez así no me de cuenta de todo. Lo entiendo, no busco la perfección, busco sentirme así, siempre, todos los días.
Para redondear, decía, me emociono de emocionarme una vez más acá, desde este sitio que elijo y que me gusta.  Me contento de elegir, y vuelvo a disfrutar de escribir, esta noche de este día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario