El Abrepuertas viene despacio, viene descalzo, de puntitas. Trae
consigo la llave grande y pesada. Espía por entre ella hacia el otro lado, la
amplia sonrisa (cual dibujada), los labios rojos. Del pompón de su gorra cuelga
“el diamante”, la alfombra roja va terminando, la puerta inmensa se irgue
delante, la del gigante. Y el abrepuertas sin apurarse, pone la llave, abre y
cede el paso, algunos corren, otros caminan, otros se quedan. Traspasa.
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