Desde la esquina, un poco escondida, sin que me viera, la
espiaba mientras contaba unos palitos creo de helados, los separaba, los volvía
a unir, contaba nuevamente; no sabía en aquel momento, por qué tanto palito
palito. Muchas tardes era lo mismo, la bici tirada a su derecha, el pelo
brilloso aunque siempre despeinado, "los guantes sin dedo" cuando empezaba el
fresco. Y no verla por un tiempo cuando comenzaba el invierno. La
primavera sonreía y el barrio volvía a florecer. Nuestro amigos de al lado esperando el encuentro, y nosotros también. El agua en la “palangana”, Juanita
y Rodolfo, ese patio tan grande, y esos gritos tan feos.
El heladero “Helado heladoo”” a la hora de la siesta,
aquella señora (que le decíamos “la vieja”) retándonos para que bajáramos la
voz.
Y todo tan lindo, tan lejano y cercano a la vez (frase
hecha). Y me encantaba espiarla desde la esquina sin que lo sepa, y contaba los
palitos de los helados, siempre le brillaba el cabello… y siempre se tenía que
ir corriendo o en la bici; hace muy poquito le confesé que la espiaba, es que
en realidad la miraba; no me creía, después sí; ahora nos acordamos y nos reímos,
ella construye casas con los palitos, algunas veces la ayudo.
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