UNO NUNCA SABE, de Many Aro Geraldes
Uno nunca sabe, me digo mientras miro una minúscula parte del espacio exterior, considerando éste, todo espacio ajeno a mi interior. Ajeno; ¿por qué ajeno? Si es mío, si lo que ven mis ojos lo veo yo, y nadie más que yo. Entonces, comenzando nuevamente… miro el espacio exterior, a mí persona, incluyendo el aura que me bordea, si es que existe, si es que existe en mí, en todos. Algunos cuantos dicen que sí, llego a creerlo, hasta en más de una oportunidad me lo he visto, o mejor dicho, “lo he sentido”.
De todos modos, veo aquello que realmente tengo ganas de mirar, y no digo “muchas”, porque no sé de qué tengo “muchas ganas”. Como antes. ¿Antes de qué? Preguntaría seriamente Alicia. Y ahí vendría una seguidilla de minutos explotados de palabras, algún nudillo interruptor, y luego más; cruzaría puentes, subiría y bajaría escaleras, rápido, corriendo, hasta incluso me tele transportaría como los pingüinos (virtuales).
Vuelvo al lago, a la impecable tarde, el libro abierto me sirve que apoyo, Guy Des Cars otra vez, y uno nunca sabe; las posibilidades son infinitas, los ojos brillan, los dientes también, se ven sonrisas, se oyen carcajadas, también aplausos, movimientos, eso es allá. Aquí vendría la inexorable pregunta de Alicia: ¿y acá? No viene al caso pensar ahora qué responder, es un momento demasiado bello.
Uno nunca sabe, me digo mientras lo observo todo, y digo, qué sencillo es observar, hasta con detenimiento (cuando la circunstancia lo permite), qué sencillo es sacar conclusiones, qué fácil resulta atar cabos (ajenos). Esta tarde decido eso.
De todos modos, veo aquello que realmente tengo ganas de mirar, y no digo “muchas”, porque no sé de qué tengo “muchas ganas”. Como antes. ¿Antes de qué? Preguntaría seriamente Alicia. Y ahí vendría una seguidilla de minutos explotados de palabras, algún nudillo interruptor, y luego más; cruzaría puentes, subiría y bajaría escaleras, rápido, corriendo, hasta incluso me tele transportaría como los pingüinos (virtuales).
Vuelvo al lago, a la impecable tarde, el libro abierto me sirve que apoyo, Guy Des Cars otra vez, y uno nunca sabe; las posibilidades son infinitas, los ojos brillan, los dientes también, se ven sonrisas, se oyen carcajadas, también aplausos, movimientos, eso es allá. Aquí vendría la inexorable pregunta de Alicia: ¿y acá? No viene al caso pensar ahora qué responder, es un momento demasiado bello.
Uno nunca sabe, me digo mientras lo observo todo, y digo, qué sencillo es observar, hasta con detenimiento (cuando la circunstancia lo permite), qué sencillo es sacar conclusiones, qué fácil resulta atar cabos (ajenos). Esta tarde decido eso.
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